Se avecina el juego de Perú, lo blanco y rojo inunda
cada punto de mi espacio y tiempo. Se sincronizan de manera automática mi ser biológico y social. Memoria y genes rugen como fieras. Estrangula mi 100% de ansiedad. Sobrevivo viendo, oyendo y bebiendo como un animal. Seguro que mañana reiré o lloraré, y preguntarán
si valió la pena ese comportamiento. A
ellos les responderé como siempre que sí valió. Porque esos 36 paños nos
hermanan, nos unen y concelebramos el gol como un aumento salarial o nacimiento
de un hijo. Por eso ayer me aseguré dos tintos de Queirolo. Serán más sabrosos
si ganamos, pero también me acompañarán comprensivamente en caso contrario. Muchas veces estuve en el ruedo como actor.
Ahora me toca la tribuna. En ambas situaciones la emoción rebasa. Antes desde
la mañana el hambre huía, mientras la mente se focalizaba en la lucha. No obstante,
frente al rival y con el rodar de la engreída todo cambiaba. Ahora desde el
aplauso mi interior no se frena, aumenta mi ansiedad e ilusión. Se aproxima la hora y solo me queda iniciar el
rito. Levanto mi copa y grito al mundo. Salud por el Perú carajo!!
La Pluma del Viento
Ingeniería, 03 de julio de 2019
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